¿Existe Dios? (cuento sobre Buda)

2015-07-24_211149

Un día por la mañana, un hombre se acercó a Buda y le preguntó:
-¿Existe Dios?
Buda miró al hombre un momento y le dijo:
-Sí.
El hombre no podía creérselo, porque había oído que Buda no creía en Dios. Ahora bien, ¿cómo interpretar aquel sí?.
Por la tarde vino otro hombre y preguntó lo mismo:
-¿Existe Dios?
Y Buda dijo:
-No, en absoluto.
Al llegar la noche, vino un tercer hombre, se sentó delante de Buda y le preguntó:
-¿Me dices algo sobre Dios?
Buda le miró, cerró los ojos y permaneció en silencio. El hombre también cerró los ojos. Ambos estuvieron sentados en silencio durante media hora; el hombre tocó los pies de Buda y dijo:
-Gracias por tu respuesta- y se alejó.
Ananda uno de sus discípulos y primo de Buda no podía comprender que hubiera dado tres respuestas diferentes y dijo que debería pensar en sus discípulos o se volverían locos.
Buda respondió:
-Debes recordar una cosa. En primer lugar, esas preguntas no son tus preguntas; esas respuestas no te han sido dadas a ti. ¿Por qué entras en esto? No tiene nada que ver contigo. Ha sido entre esas tres personas y yo.
Ananda dijo:
-Puedo entender eso. No son mis preguntas y tú no me has respondido. Pero tengo oídos y puedo oír; he oído las preguntas, he escuchado las respuestas. Y las tres se contradicen..
Buda dijo:
-Piensas en la vida en términos absolutos, ése es tu problema. La vida es relativa. Para el primer hombre, la respuesta es sí; la respuesta tiene que ver con él y con las implicaciones de su pregunta, de su ser, de su vida. Ese hombre al que le he dicho que sí era un ateo; no cree en Dios, y yo no quiero apoyar su ateísmo. Va proclamando por ahí que Dios no existe. Pero incluso si te dejas un pequeño espacio para explorar… tal vez en ese espacio exista Dios. Puedes decir con absoluta certeza que no hay Dios cuando has explorado la totalidad de la existencia. Y eso sólo es posible al final, y ese hombre simplemente creía que no hay Dios, pero no tenía la experiencia existencial de que Dios no existe. Mi sí era en relación con su persona, con su personalidad. La misma pregunta de otra persona habría recibido otra respuesta.
Y eso es lo que ocurrió cuando dije «no» a esa segunda persona. La pregunta era la misma, pero el hombre que las pronunciaba era diferente. Es relativo. El segundo hombre era tan «tonto» como el primero, pero estaba en el polo opuesto. Él creía en la existencia de Dios, y había venido aquí para que yo refrendara su creencia. Yo no refrendo las creencias de nadie, porque las propias creencias son el obstáculo.
Por último el tercer hombre vino sin creencias. No me ha preguntado «¿Existe Dios?, NO. Ha venido con el corazón abierto, sin mente, sin creencias, sin ideologías. Era un hombre sano, inteligente. Me ha preguntado «¿Puedes decirme algo sobre Dios?» No estaba buscando que alguien apoyara su sistema de creencias, no estaba buscando una fe, no estaba preguntando con una mente llena de prejuicios. Y me ha preguntado por mi experencia.
He podido ver que ese hombre no tenía creencias en un sentido o en otro, es una persona inocente. Con una persona tan inocente, el lenguaje pierde sentido. Sólo el silencio sirve como respuesta. De modo que he cerrado los ojos y he permanecido en silencio. De esta forma ha comprendido mi respuesta, que Dios no es una teoría, una creencia con la que puedes estar a favor o en contra. Por eso me ha dado las gracias por la respuesta.
Ha recibido la respuesta de que el silencio es estar con Dios; no hay otro dios que el silencio. Y se ha ido tremendamente satisfecho, contento. Ha encontrado la respuesta. Yo no he dado respuesta, él la ha encontrado…

Buda: El Psicólogo más grande de la historia.

Buda y Ananda

Una mañana un hombre le preguntó: ¿Existe Dios?.

Buda miró al hombre a los ojos y le -dijo: “No, Dios no existe”.

Ese mismo día, por la tarde, otro hombre le preguntó: ¿Qué piensas acerca de Dios? ¿Existe Dios?.

Buda miró al hombre a los ojos y le dijo: “Sí, Dios existe”.

Ananda, que estaba con él, se quedó muy confundido, pero él ponía siempre mucho cuidado en no interferir en nada. Si tenía alguna pregunta, por la noche, cuando todo el mundo se retiraba y Buda se disponía a dormir, se la exponía.

Pero esa tarde, a la puesta de sol, otro hombre vino con una pregunta muy parecida aunque formulada de forma distinta. El hombre dijo: “Hay gente que cree en Dios y hay gente que no cree en Dios. Yo no sé a quien creer. He venido a pedirte ayuda”.

Ananda estaba muy interesado en oír la respuesta de Buda; en un mismo día había dado dos respuestas absolutamente contradictorias y ahora surgía una tercera oportunidad (y no hay una tercera respuesta).

Pero Buda le dio una tercera respuesta. No habló, cerró los ojos. Era un hermoso atardecer. Buda estaba en un bosquecillo de mangos. Los pájaros estaban posados en las ramas de los árboles. El sol acababa de ponerse y soplaba una brisa fresca.

El hombre, al ver a Buda sentado con los ojos cerrados, pensó que quizás era esa la respuesta, así que se sentó junto a él con los ojos cerrados.

Transcurrió una hora y el hombre abrió los ojos, tocó los pies de Buda y dijo: “Tu compasión es grande. Siempre te estaré agradecido por haberme dado la respuesta”.

Ananda no podía creer lo que veía, porque Buda no había dicho una sola palabra… Y el hombre se marchó tan contento, totalmente satisfecho. Entonces Ananda le dijo a Buda: “¡Esto es demasiado! Deberías pensar en mí; me vas a volver loco. Estoy al borde de un ataque de nervios. A un hombre le dices que Dios no existe, a otro hombre le dices que Dios existe y al tercero no le contestas. Y el tercero dice que ha recibido la respuesta, está contento y agradecido, y te toca los pies. ¿Me puedes explicar qué significa todo esto?”.

Buda dijo: “Ananda, la primera cosa que debes recordar es que esas preguntas no las habías formulado tú; por tanto, esas respuestas no eran para ti. ¿Por qué te preocupas innecesariamente por los problemas de otra gente? Primero soluciona tus propios problemas”.

Ananda dijo: “Es cierto, esas no eran mis preguntas y la respuestas no iban dirigidas a mí… ¿Pero qué puedo hacer? Tengo oídos y oigo, y he oído y he visto, y ahora todo mi ser está confundido. ¿Cuál es la respuesta correcta?”.

Buda dijo: “¿Correcta…? Lo correcto es la consciencia. El primer hombre era un teísta y quería que le reafirmase en su creencia de Dios. Vino con una respuesta -una respuesta hecha- solamente para que le reafirmase en su creencia y poder decir: «Estoy en lo cierto, incluso el propio Buda me ha dado la razón.» Por eso le he dado esa respuesta, solamente para perturbar su creencia, porque creer no es conocer.

El segundo hombre era un ateo. También ha venido con una respuesta, una respuesta hecha -que Dios no existe-, y quería que le reafirmase en su incredulidad para poder decir que pienso como él. Tuve que decirle: «Sí, Dios existe.» Pero el propósito era el mismo.

Si eres capaz de ver mi propósito, verás que no hay contradicción. Estaba perturbando la creencia preconcebida del primer hombre y la incredulidad preconcebida del segundo hombre. La creencia es afirmativa, la incredulidad es negativa, pero en realidad ambas son una misma cosa. No provienen de alguien que conoce; y ninguno de ellos era un verdadero buscador, ambos acarreaban prejuicios.

El tercero era un verdadero buscador. No tenía ningún prejuicio, abrió su corazón y me dijo: «Hay gente que cree en Dios, y hay gente que no cree en Dios. Yo no sé a quien creer. He venido a pedirte ayuda.» Y la única ayuda que podía darle era una experiencia de consciencia silenciosa; las palabras son inútiles. Y cuando he cerrado mis ojos ha entendido el mensaje. Era un hombre con una cierta inteligencia: abierto, vulnerable. Y cerró los ojos.

Al profundizar en el silencio, al volverse parte del campo de mi silencio y mi presencia, ha empezado a adentrarse en el silencio, a adentrarse en la consciencia. Cuando transcurrió una hora parecía como si sólo hubieran transcurrido unos minutos; no recibió ninguna respuesta en palabras pero recibió la verdadera respuesta en silencio: no te preocupes acerca de Dios, no tiene ninguna importancia si existe o no. Lo que importa es la existencia del silencio, si existe o no la consciencia. Si eres silencioso y consciente, tú mismo eres Dios. Dios no es algo ajeno a ti: o eres una mente o eres Dios. En silencio y conciencia, la mente se disuelve, desaparece, y se te revela la divinidad. Sin haberle dicho nada ha recibido la respuesta, y la ha recibido de una forma perfectamente correcta”.La respuesta Ananda no esta en quien responde si no en quién pregunta.